lunes, 15 de julio de 2024

LA ARROGANCIA DE LA IZQUIERDA POLÍTICA

 

Pensar diferente e ir en contravia de todo y criticar todo porque si o porque no, son dos cosas distintas, y esta última tendencia pesimista y destructiva, se ha abierto camino en la política, y es lo que hoy se puede llamar polpulismo de izquierda, y es el fruto del enardecimiento del resentimiento social, causado por la pobreza y la corrupción. 

Creerse el mesías, y cambiar todo por otra cosa -que solo funciona en su cabeza-, es uno de los grandes problemas de la izquierda política. Sus discursos proponen la protección de las clases más necesitadas y oprimidas, pero el manejo que tienen de la economía es errático, y terminan afectando a los que buscan proteger.

Creo que uno de los problemas de la izquierda en la política, es el discurso de odio de clases, y el desprecio al sistema capitalista. El odio hacia las empresas lo fundamentan en el marxismo añejo del siglo XIX, donde se ataca a la revolución industrial, que convirtió al ser humano en un objeto o una pieza de una maquina, sin derechos laborales individuales ni colectivos. Hoy el escenario es muy diferente, y revivir esos discursos que evocan revoluciones, donde las masas se alzan en contra de las clases dominantes, es una añoranza contraria a la realidad. La revolución francesa, la revolución rusa y la revolución china, son ejemplos en los que se cortaron las cabezas de quienes dominaban, los sustituyeron por una nueva elite, y después vino todo un periodo de totalitarismo y de represión.

El socialismo es un sistema que perdura, pues es el sistema económico básico y elemental, que impera en cada uno de los hogares, donde hay unos recursos  económicos que llegan del trabajo de los padres, de los que dependen todos los miembros de la familia, todo se planifica en conjunto, se usan los mismos espacios comunes, hay bienes comunes (como los baños, los cuartos, la sala, el comedor, la cocina, la nevera), y bienes particulares (la ropa, el cepillo de dientes, los zapatos), y en ese sistema, impera la igualdad de derechos, todos los hijos deben recibir por igual. Así pues, que el primer sistema que conocemos todos es el socialismo, pues es la base de nuestros hogares.

El capitalismo, en cambio genera diferencias entre los que más producen y los que no producen. Quien no sabe vender ni bienes ni servicios en una sociedad de consumo está destinado a fracasar, y esa es la problemática de quién rechaza el sistema capitalista, pues no lo entiende, se frustra y le echa todas las culpas. Una frase que puede explicar un poco esto, es la siguiente:



En definitiva, cuando a una persona le amarga los efectos de producir dinero, es porque se encuentra frustrado y no entiende todo el esfuerzo que se tiene que hacer para vender y ser exitoso. Analizar la competencia, el mercado, los factores económicos, el valor agregado, todo es muy complejo para ellos, y prefieren la burocracia como forma de sostén. 

Pensar diferente no es sinónimo de rechazar el sistema y destruirlo para renacer de las cenizas, eso es una utopía. El sistema se estudia y se mejora constantemente, tiene tanto defectos como virtudes. La idea es siempre mejorarlo y corregirlo, pero destruir el sistema, es causar un grave retroceso social y económico, que dejaría a todo un país muy rezagado frente a los demás.

No se debe confundir la falta de consciencia social, con el socialismo, el primero busca la redistribución y la asistencia de los más necesitados con los recursos públicos -lo cual se puede generar en todo sistema político-, mientras que el socialismo es una forma de gobierno y de economía, que ha fracasado constantemente en su implementación. Pueden haber perfectamente gobiernos de izquierda o de derecha que no tengan consciencia social, y maltratan los derechos de los ciudadanos más vulnerables. La idea es que el sistema produzca, pero con consciencia social.

La economía es siempre una elementos importante, su manejo se debe hacer de forma responsable y planificada, las malas decisiones en lo económico tienen repercusiones directas en el empleo, el desarrollo y la prosperidad de un país.

El rechazo de la izquierda a los medios de producción y a las empresas, por coherencia discusiva, hace mucho daño a la estabilidad económica, y suele disminuir la productividad, al no fomentar y patrocinar a las empresas, al verlas como un enemigo.


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