Cuando un infeliz llega al poder, los demás infelices que piensan como él, se identifican con todas sus ideas, porque comparten su frustración.
El infeliz vende a su público sus frustraciones, y así gana seguidores, crea una comunidad de infelices, que a veces tienden a radicalizarse.
Su frustración es su obsesión, la abraza, la mantiene, la comparte, no la abandona, porque su vida gira en torno a esa frustración y sin ella, su vida perdería sentido. Y aun no padeciendola, la sigue proyectando.
Cuando un infeliz llega al poder, ataca a todos los que cree culpables de su infelicidad, y acoge a todos los que la comparten. Por ello, puede ser fácil engañar a un infeliz, pero también es fácil hacerlo enojar.
La infelicidad no es un tema de partidos, sino una condición personal.
Cierto amigo psicologo dijo: dime de que alardeas y te diré de que careces.
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