PUNTO DE PARTIDA: TENEMOS DOS MENTES.
El
punto de partida de la inteligencia emocional es plantear que todos tenemos dos
mentes, una que piensa y otra que siente:
“Una mente racional, es la forma de comprensión de
la que somos típicamente conscientes: más destacada en cuanto a la consciencia,
reflexiva, capaz de analizar y meditar. Pero junto a este existe otro sistema
de conocimiento, impulsivo y poderoso, aunque a veces ilógico: la mente
emocional” (Goleman, 2023, pag. 27)
Sobre
la mente emocional, hay que tener en cuenta, que es en gran parte la que nos
mantiene con vida, pues como menciona Goleman (2023. Pág. 26) “parece surgir de
eones de la ventaja evolutiva de que las emociones y las intuiciones guían
nuestra respuesta instantánea en situaciones en las que nuestra vida está en
peligro, y en las que detenerse a reflexionar en lo que debemos hacer podría
costarnos la vida.” Por lo anterior, encontramos que ante un estímulo de
peligro, la mente emocional actúa más rápido, pero es imprecisa, pues reacciona
sin mucha reflexión o cálculo, por ejemplo, ante un estallido, una persona se
tira al piso pensando que era un disparo de un arma, pero resulta que era la
explosión de un globo. En su defecto, la mente racional, depura la información,
calcula y busca dentro de las alternativas, cuál es la mejor reacción.
Por
regla general las dos mentes se encuentran coordinadas y “existe un equilibrio
entre la mente emocional y racional, en el que la emoción alimenta e informa
las operaciones de la mente racional, y la mente racional depura y a veces veta
la energía de entrada de las emociones.” (Goleman, 2023. Pág. 27). Sin embargo,
entre más intenso sea un sentimiento, más dominante se vuelve la mente
emocional, y en efecto, “los sentimientos son esenciales para el pensamiento, y
el pensamiento lo es para sentimiento. Pero cuando aparecen las pasiones, la
balanza se inclina: es la mente emocional la que domina y aplasta la mente
racional.” (Goleman, 2023. Pág. 28)
Lo
anterior, tiene una base científica en la forma en cómo evolucionó nuestro
cerebro, que creció de abajo hacía arriba, donde primero surgió el cerebro
emocional, y luego fueron surgiendo el lóbulo olfativo, la capa límbica, y la
neocorteza, que es la última capa que surgió en el Homo sapiens, que es “el
asiento del pensamiento; contiene los centros que compran y comprenden lo que
perciben los sentidos. Añade a un sentimiento lo que pensamos sobre él, y nos
permite tener sentimientos con respecto a las ideas, el arte, los símbolos y la
imaginación.” (Goleman, 2023. Pág. 30). Lo anterior permite que exista un gran
poder de la mente emocional porque “las zonas emocionales están entrelazadas a
través de innumerables circuitos que ponen en comunicación todas las partes de
la neocorteza. Esto da los centros emocionales un poder inmenso para influir en
el funcionamiento del resto del cerebro… incluidos sus centros de pensamientos”
(Goleman, 2023. Pág. 31). La diferencia que introduce la neocorteza, es lo que
nos hace humanos, pues mientras un animal ante un estimulo puede reaccionar, o
atacando o huyendo, un ser humano tiene, más alternativas, atacar, huir,
negociar, pedir ayuda, dialogar, someterse, vengarse, etc. La mayor cantidad de
alternativas hace la diferencia entre un ser humano y otros seres vivos.
Desde
este punto de partida, podemos entender que el ser humano tiene pensamientos y
sentimientos, y que en muchas ocasiones, puede actuar de forma reflexiva, pero
en otras, puede actuar de forma impulsiva, y de que ambas formas de actuar
dependen del individuo, con el manejo de sus emociones. Y de que sus reacciones
son naturales e incluso biológicas.
Ahora
bien, desde el punto de vista conductual también se debe señalar, que el ser
humano requiere de las dos mentes, pues la capacidad de raciocinio no es
suficiente para guiar todos los aspectos de la vida, pues muchas dependen de la
forma en como percibimos y manejamos nuestras propias emociones y las de los
demás. Así por ejemplo, un hombre muy inteligente, por falta de emociones,
puede llevar un matrimonio a la desgracia, por no saber mantener una relación
afectiva sana con su esposa. Un padre muy inteligente en los negocios, puede
padecer de una muy mala relación con sus hijos, si no es capaz de brindar
afecto a sus hijos de forma sana. Por ello se plantea que:
“En cierto sentido, tenemos dos cerebros, dos
mentes y dos clases diferentes de inteligencia: la racional y la emocional.
Nuestro desempeño en la vida está determinado por ambas; lo que importa no es
solo el cociente intelectual sino también la inteligencia emocional. En efecto,
el intelecto no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional.
(…)
Esto invierte la antigua comprensión de la tensión
entre razón y sentimiento: no se trata de que queramos suprimir la emoción y
colocar en su lugar la razón, como afirmaba Erasmo, sino encontrar el
equilibrio inteligente entre ambas.” (Goleman, 2023. Pág. 49)
Bibliografía
Goleman,
Daniel (2023) la inteligencia emocional. Penguin Random House Grupo Editorial.
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