LA CORRUPCIÓN, ¿COMO
FUNCIONA?
Por: Jorge Arturo Abello
Gual
Uno
de los grandes problemas de los gobiernos como Colombia es el manejo de la
corrupción.
Para
la desafortunada población colombiana que tiene que mantener el Estado, a
cambio de la prestación de servicios públicos y la ejecución de obras públicas,
el actual modelo político, económico y social, es insostenible.
Las
campañas políticas para los funcionarios de elección popular generan unos
costos exuberantes para los candidatos, estos gastos políticos que están por
encima de los límites legales, y que costean reuniones con líderes sociales,
transportes de votantes, propaganda política, comerciales en medios
audiovisuales, pancartas, volantes, banderas, plegables, viajes del candidato y
su grupo de apoyo a las diferentes zonas de la ciudad, del departamento o del
país. Estos gastos de campaña son costeados o con recursos propios del
candidato o con recursos recaudados de los grupos políticos que tienen interés
en que el candidato sea elegido. Lo más triste es que a pesar de a los
políticos se les paga una suma de dinero por cada voto que sacan, esto no
cambia nada en el momento de las elecciones, puesto que por más que se devuelva
algún dinero, los gastos por debajo de la mesa son superiores. También hay que
tener en cuenta que los costos de las campañas también se destinan a actos de corrupción
como comprar jurados, o comprar funcionarios de la Registraduría, para que los
ayuden a sumar votos.
Los
costos de una campaña son enormes, y si bien hay límites legales, que si se
exceden generan incluso pena de cárcel, lo cierto, es que dichos límites nunca
se respetan, y todas las campañas manejan una doble contabilidad, en la que
declaran unos gastos formalmente, pero ocultan otros, e igual situación pasa
con los ingresos de las campañas, donde se declaran unos dentro de los límites
y otros quedan ocultos, así como el origen y destino de los mismos.
Luego
del desgaste económico de una campaña, y luego de lograr la elección, el
político ha perdido mucho dinero, y puede que quede endeudado, o en su defecto,
pierde una muy buena porción de su patrimonio ¿Por qué lo hace? Poder y dinero.
Ganar una elección produce ambas cosas.
Cuando
un candidato elegido ingresa el primer día al cargo público, tiene muchas
preocupaciones, pero una de las más grandes es cómo se paga la deuda o cómo
recupero el dinero invertido. Obvio que el político también piensa en cómo
mantener una imagen pública ante su electorado, y para ello debe preocuparse de
realizar obras, proyectos y políticas públicas que le permitan mostrarse a la
comunidad para seguir su carrera política, pero al margen de todo ello se
encuentra la preocupación principal: ¿Cómo recupero lo perdido? Lo cual, de
seguro, por más que se sumen todos los meses de salario percibidos por el
político, no alcanzan a cubrir la suma gastada en la campaña política.
Una
de las formas de lograr pagar sus deudas es a través del clientelismo, y esto
significa el poder de elegir a otros funcionarios públicos, o incidir en su
elección. Cuando un político nombra a todos sus colaboradores, los nombra en
razón no a sus calidades profesionales, que sin duda por lo menos deben reunir
un mínimo de requisitos, lo cierto, es que nombran a personas de su confianza,
a miembros de su grupo político, a las personas que ayudaron a financiar su
campaña, o a familiares de otros políticos, con la firme intención de que esos
políticos elijan o nombren igualmente a sus familiares. La confianza en estos
temas es fundamental, la elección de su grupo de trabajo es un tema
trascendental para lograr los dos objetivos, mantener su imagen y recuperar lo
perdido. Entre más cerrado sea el grupo, menos riesgos de que la información
sobre la corrupción que se va a generar se pueda filtrar y pueda afectar su
imagen.
En
esta etapa de afianzamiento del grupo de trabajo, se lucha por la elección de
funcionarios de control y vigilancia, como la Procuraduría, la Contraloría, de
Defensoría Pública, y la Fiscalía. Una vez nombrados varios amigos en esos
entes de control, se tiene mayor confianza de que si alguna información se
filtra o si algo sale fuera de los planes, habrá amigos en los entes de control
que dilataran las investigaciones, distraerán a los funcionarios en otros
temas, cerrarán las investigaciones o las embolataran con algún pretexto. Así
se garantiza la impunidad, pero también se garantiza la venta de la impunidad,
es decir, quién participó en la elección o influyó en la elección de cierto
funcionario de control, tiene la posibilidad de influir en su gestión,
solicitando favores, y si alguien necesita que cierto funcionario de control no
lo sancione, acude al político que tiene cierto control o manejo del
funcionario, y paga para que no le pase nada.
Así
entonces queda claro una estrategia, primero tener un grupo de trabajo de
confianza, y controlar cargos o puestos en los entes de control, para luego
pasar a otra etapa, y es la de recuperar lo invertido o lo debido en la
campaña, manteniendo su imagen política. Para ello, se encuentra la
contratación estatal.
El
80% del presupuesto del país se maneja a través de la contratación estatal. El
presupuesto está compuesto, por los impuestos, tasas, contribuciones, otros
ingresos del Estado, como la venta de bienes, o las utilidades de las empresas
estatales o de economía mixta, y la financiación a través de créditos bancarios
nacionales e internacionales. Con base en estos ingresos, el Estado paga el salario
de todos los funcionarios públicos, organiza los gastos de los servicios
públicos como la justicia, y organiza un plan de desarrollo, donde se elaboran
proyectos de desarrollo para todo el país, como aeropuertos, acueductos, vías
públicas, puertos y demás. Una vez proyectado el plan de desarrollo, se inicia
la elaboración de proyectos de construcción para ejecutarlo, y comienza toda la
proyección de toda la contratación estatal.
Aquí
comienza la tercera etapa de la corrupción, y es la presentación de los
proyectos con base en el plan de desarrollo para conseguir la asignación de los
recursos, para iniciar los procesos de contratación de las obras públicas.
Luego de la asignación de los recursos a determinado ente estatal, viene el
proceso precontractual, ya sea a través de contratación directa o licitación
pública. Aquí es donde los políticos tienen que garantizar que los contratos le
sean adjudicados a su grupo económico, a su grupo político, a su grupo familiar
o su grupo de amigos. Esa es la mejor forma de recuperar lo invertido.
Para
garantizar la adjudicación de un contrato, el político solicita, el 10%, el
20%, el 30%, o hasta el 50% del valor del contrato. Entre más alto el
porcentaje a favor del político, menos probabilidad existe de ejecutar el
contrato. Así las cosas en alcaldías y gobernaciones en las que se ve la
ejecución de las obras públicas, el porcentaje solicitado por los políticos
oscila entre el 10 y 20%, y en las que se ve el proceso de contratación
estancamiento, por ausencia de obras públicas o la existencia de las mismas
pero mal ejecutadas, los porcentajes exigidos por los políticos es del 30% y
hasta más, partiendo de que existen casos en los que se cobra el anticipo, y la
obra nunca se ejecuta, o se construye solo los cimientos. Para dar un ejemplo
de lo que ocurre en los contratos, se tiene el siguiente texto:
“Para viciar las licitaciones, los contratistas se hacen amigos o
socios de los funcionarios públicos (alcaldes, gobernadores o congresistas)
para que éstos les filtren información que los favorezca a la hora de presentar
los pliegos (por ejemplo, los políticos o sus intermediarios les avisan a los
contratistas amigos que tener una planta de asfalto les dará mayor puntuación).
En entrevista con RCN La Radio, un contratista, que pidió la
reserva de su nombre por seguridad, sostuvo: "En este país los pliegos son
dirigidos para que el contrato caiga en manos de un amigo del mandatario o del
intermediario que es el que está manejando el negocio".
Por otra parte, según se indicó, los contratistas pueden agruparse
como pequeños carteles, para ponerse de acuerdo en las licitaciones, de manera
que optan por retirarse para dejar a un único proponente o acuerdan el reparto
paritario de las ganancias, independientemente de quién haya ganado el
contrato.
Cuando un mandatario vicia la licitación para favorecer a un
contratista amigo, éste (el contratista) debe pagarle en efectivo un porcentaje
del valor del contrato. Un contratista entrevistado por RCN La Radio afirmó:
"En obras civiles se paga el 10%, y tengo entendido que en otras cosas
como el sector de la salud, se paga entre el 30% y 50%".
Añadió que "ellos (los políticos) sí piden hasta el 20%, pero
el contratista que dé el 20 se quiebra porque eso no tiene un margen tan alto
de utilidad, y es como delicado dar más del 10% porque está jugando uno con que
no se pueda hacer el contrato".
Sin embargo, no todos los contratistas le entregan el dinero a los
políticos o sus intermediarios en efectivo (según se conoció, el dinero se
entrega en tulas o maletines).
El contratista entrevistado sostuvo que cuando se ganan una
licitación y éstos no gozan de la confianza del político, los mini-carteles de
contratación les toca “pagar en especie”: “cuando el contrato es grande y ellos
(los políticos) no confían mucho en uno, generalmente hay que escriturarle
propiedades a uno de ellos para que le entreguen el contrato, es como un pago
en especie".
Cuando se le preguntó qué tipo de propiedades se escrituran, el
contratista afirmó: "Se pueden entregar lotes, casas y fincas".
A parte del lucro personal, el contratista le dijo a RCN La Radio
que los políticos viciaban los contratos para asegurar su (re)elección:
"Los políticos necesitan 'la platica' para hacer campaña".[1]
Los
contratistas que ingresan a esta danza de millones, se someten a estas
condiciones. A los que les va bien, el precio de su contrato se le incluye el
sobrecosto del 20%, que exige el político para adjudicarle el contrato. Al que
le va regular tiene que pagar el 20% del valor del contrato en el momento de
recibir el anticipo que por regla general es del 50% del valor del contrato,
con lo cual, tendrá que iniciar la construcción de la obra con el 30% del valor
del contrato, y tendrá que buscar la forma de justificar de forma “imaginaria”
el pago del 20% del político, para luego seguir facturando el otro 50% del
contrato.
El
contratista que paga más del 20%, tendrá que luchar con el político para que le
aprueben una adición al valor del contrato, para poder terminar la obra, de lo
contrario, no podrá ejecutar el contrato. En este punto es que se presentan los
primeros quiebres entre el contratista y el político, pues el contratista exige
que, para terminar la obra, el político tiene que gestionar una adición al
contrato, y el político pueda que lo haga, o pueda que se niegue; y también
puede ocurrir que por más que gestione la adición del contrato, ésta no se
logre, y aquí viene la presión de denuncias mutuas y del rompimiento de la
confianza, con la afectación a la imagen política.
En
este campo, todo el que exigió y no le pagaron, exige el pago a cambio de no
hacer un escándalo y revelar lo que sabe. Todo el que recibió está en peligro
de ser denunciado. Todos tienen que llegar a un acuerdo, y cuando no se llega a
un acuerdo, se inicia el escándalo. Es en este punto, donde el dinero apropiado
se gasta en abogados y en la compra de funcionarios para no ser sancionados. En
este juego, muchas obras no se ejecutan, o se ejecutan parcialmente, y con muy
mala calidad.
Económicamente
veamos un ejemplo que nos muestra, por qué las políticas y obras públicas no se
pueden ejecutar a cabalidad en este modelo de corrupción política:
El
manejo normal de un contrato o un proyecto es el siguiente:
Valor
del contrato 50.000.000.000
Valor
de impuestos a cancelar 35%= 17.500.000.000
Valor
de gastos para la ejecución del contrato 60%= 30.000.000.
Utilidad
bruta para el contratista 5%= 2.500.000.000
Como
podemos observar, la carga tributaria de la ejecución de un contrato llega al
35% del valor del mismo[2], y ello es un costo fijo que no se puede
evitar, quedando el 75% del valor del contrato, del cual, en condiciones
normales se destina el 60% a la ejecución del mismo. Si a esa ecuación, se le
extrae un 10%, un 20%, o más se corre el riesgo de no poder ejecutar el
contrato. Igualmente, si se parte de la idea de que en el anticipo, que es del
50% por regla general, se pierde el 10% o el 20% del valor total del contrato
por la corrupción política, sin tener en cuenta los impuestos que hay que pagar
con mayor razón se puede evidenciar que el contrato no se va a poder ejecutar
en su totalidad. Así la única forma de terminar un contrato en estas
condiciones, es que desde el inició se lleve a un sobrecosto del valor real, o
que se termine adicionando el contrato, para poder ejecutar las obras, y muchas
veces también en la ejecución se vuelve a exigir por parte del político el 10%,
el 20% o más para realizar la gestión. Así que el contrato, nunca logra el
equilibrio necesario para ejecutarse, o siempre será ejecutado en sobrecosto.
Los
contratistas para aumentar sus ganancias y no trabajar a pérdida, comienzan a
bajar costos, y así contratan a profesionales menos calificados, compran
materiales de menor calidad, y los proyectos terminan desarrollándose en
déficit de ejecución. Así las obras y políticas públicas se ejecutan mal, de
forma precaria o nunca se ejecutan de acuerdo con el porcentaje que se exige
para pagar la corrupción, como dijimos anteriormente, si es del 10% se puede
observar buenos niveles de ejecución, si sube al 20% el nivel de ejecución es
precario, si es 30% la obra queda incompleta, y si es más del 30%, ya es seguro
que no se va a ejecutar.
También
tenemos que tener en cuenta otros factores, por ejemplo, si es un contrato de
prestación de servicios, como elaboración diseños, capacitación, asesoría,
consultoría, los porcentajes que exigen los políticos pueden llegar al 50%,
pues los productos son conceptos, diseños, o labores intangibles, que no
manejan los mismos precios que una obra pública, pero que igualmente son
costosos, y su servicio, no genera tantos costos, así que las ganancias son
mayores.
También
se debe tener en cuenta, que el contratista es un empresario que seguramente
realizó un aporte a la campaña del político, así que no es un simple empresario
que va a buscar una utilidad, sino que es un empresario que va a tratar de
recuperar la inversión con el contrato, por lo tanto, el busca recuperar un
monto fijo de su aporte a la campaña, así que este es otro factor, que induce
al contratista a bajar los costos, para aumentar su utilidad y recuperar así su
inversión.
También
ocurre que la corrupción mantiene a todo un aren que viven de la contratación,
que son los mensajeros, los intermediarios, los testaferros que lavan el dinero
de la corrupción, los periodistas, los entes de control y todas las personas
que deben comprarse para ocultar la corrupción o para que se hagan de la vista
gorda y no la saquen a la luz pública. La danza de los millones costea todo
esto, así hay jueces y fiscales que a cambio de no iniciar procesos de
investigación o retardarlos, cobran para no afectar a los corruptos. Hay medios
de comunicación que extorsionan a los corruptos para no exponerlos a la luz
pública. Y así, hay muchas obras que no se ejecutan porque los recursos
destinados a ellas, deben ser destinados para pagar a los extorsionistas de los
corruptos.
Desde
el punto de vista económico, existen tres formas financieras de manejar un
contrato.
El
jineteo o el carrusel, que es cuando inicias un contrato en déficit o a
pérdida, y para cumplirlo, requieres que te adjudiquen otro contrato, para
poder cumplir el anterior, haciendo que el nuevo contrato también inicie en
pérdida, por lo que requieres de un tercer contrato para cubrir el segundo, y
así, hasta que llega el punto en que no adjudican el cuarto contrato, y el
tercero queda sin fondos para terminarse, y ahí queda la obra incompleta.
La
segunda forma, es la ejecución del contrato y esperar la ganancia al finalizar
el contrato. El problema con ello, es que con un contrato que se
inicia con un anticipo, y se da una cuota para la corrupción, no será posible
terminar la obra, o ejecutarla completamente, iniciando con un déficit mayor
del 10% y con una carga tributaria del 35% del valor total del contrato. Así es
muy difícil esperar las ganancias hasta el final del ejercicio. Muchos
contratistas en estas circunstancias aseguran sus utilidades o el retorno de su
inversión desde el pago del anticipo, y por ello no logran ni iniciar la
ejecución del contrato.
La
tercera forma, es que el contratista logre en cada pago un porcentaje de su
utilidad y vaya amortizando sus inversiones y gastos. Pero el problema es el
mismo, si la afectación provocada por la corrupción al equilibrio contractual
permite o no la ejecución del contrato en óptimas condiciones.
RESUMEN
Y CONCLUSIONES.
El
modelo actual de ejecución de obras públicas y políticas públicas, no permite
el desarrollo y el progreso de nuestro país. La corrupción hace que en los
contratos se invierta menos del 40% y 30% de los recursos destinados a cada
proyecto, lo cual repercute en la calidad, y la viabilidad del proyecto. A
veces ante la imposibilidad de iniciar la obra con los recursos que quedaron
luego de que el político corrupto extrae su tajada, muchos proyectos no logran
siquiera iniciar.
Las
obras que se terminan son aquellas que tienen sobrecostos, prórrogas, adiciones
y modificaciones de los contratos iniciales. Así que estos contratos se
terminan, con sobrecostos enormes como ocurrió en el caso de Reficar y el túnel
de la línea.
No
existe de esta manera una forma de ahorrar recursos para la Nación, así que el
déficit presupuestal, y la deuda externa, seguirán aumentando, y así igualmente
aumentarán los impuestos, de manera descomunal.
La
corrupción inicia desde la elección de los cargos de elección popular, la
corrupción paga, el costo de las campañas, y el dinero del Estado, se gasta
inoficiosamente en volantes, pasacalles, panfletos, papelería, asesores de
campañas. Fuera de ello, las campañas políticas son costosas para el Estado,
viendo toda la logística que requiere realizarla. Lo mejor que podría ocurrir
es que las campañas electorales sean virtuales y las elecciones también, -las
elecciones de papel, hasta el momento, no han garantizado que no se haga un
fraude electoral-. Es necesario disminuir los costos de las campañas, así como
la posibilidad de que los candidatos obtengan votos utilizando maquinaria
política corrupta, y no por su valor político.
Los
entes de control, como la fiscalía, la procuraduría y la contraloría, deben ser
elegidos, no por los mismos políticos que deben vigilar, sino deben ingresar a
sus cargos por concurso de méritos, así no estarían sujetos a la elección de
los políticos y comprometerían su imparcialidad al ejercer sus funciones de
control y juzgamiento. En caso del Fiscal general de la Nación, el procurador
general de la Nación y el Contralor, deberían ser cargos elegidos las altas
cortes, por funcionarios de carrera administrativa, de una lista que no sea
propuesta por ningún político. Así se garantizaría mayor imparcialidad y mayor
control de la corrupción. En otros países estos funcionarios son de elección
popular, pero si las campañas cuestan, y las patrocinan grupos políticos y
económicos, el resultado seguiría siendo nefasto.
La
contratación y las políticas públicas deben proyectarse a producir y a
desarrollar el país. Los recursos deben ser invertidos para producir más
riqueza, desarrollo y prosperidad, cambiando así la concepción de gasto y de
sostenibilidad de los grupos políticos. El Estado debe proveer de las
condiciones para que la población se desarrolle, la visión debe ir dirigida a
invertir, para producir más riqueza.
Este
no es un tema de izquierda o de derecha, pues el modelo lo aplican todos
indistintamente a su afinidad política. Todos requieren dinero para sus
elecciones, y luego de alguna forma deben devolverlo o pagarlo.
Quien
pueda llegar al poder y solo vivir de su salario, es porque no tiene deudas o
compromisos adquiridos para obtener su cargo, lo cual, no es posible en una
sociedad que por ignorancia se vende en las elecciones. Lo ideal, es que un
candidato pudiera ser elegido sin invertir mucho dinero en su campaña. Y que
maneje una visión de Estado diferente, donde produzca, y que no solo gaste.
Entre más deudas tenga el Estado, más impuestos se van a crear.
La
otra verdad, es que en Colombia no sabemos elegir, aún se compran a los
votantes por un plato de sopa; elegimos a personas que no cuentan con las
capacidades para ejercer los cargos públicos; elegimos a personas vinculados
con temas de corrupción. En fin, uno no se explica cómo son elegidos en varias
oportunidades personas como Roy Barreras, Armando Benedetti, Paloma Valencia,
entre otros como Congresistas. Los votantes debemos estar atentos a la vida
política de los funcionarios públicos, y aplicar el voto castigo, en contra las
grandes personalidades del país que solo viven del Estado, y le hacen daño con
su actuar.
[1] RADIO RCN. En 10 años se han perdido $832 mil millones por corrupción en contratos de obras viales, según la Contraloría. 5 Dic 2013. En la siguiente página web: https://www.rcnradio.com/colombia/en-10-anos-se-han-perdido-832-mil-millones-por-corrupcion-en-contratos-de-obras-viales
[2]
MORENO ZAMBRANO, Alvaro Jose; DELGADO GIRALDO, Diana Elliser; BEDOYA RINCON,
Maria Eugenia. Aspectos tributarios para los contratos de obra pública en
Colombia. Monografía presentada para optar por el título de Especialista en
Derecho Tributario. Pontificia universidad Javeriana facultad de ciencias
jurídicas especialización en derecho tributario Bogotá 2017. En la siguiente
página web: https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/41119/Documento.pdf?sequence=4&isAllowed=y
consultada el 1 de Febrero de 2021.
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